martes, 19 de marzo de 2019

Ojalá que llueva

El cafetero era ácido y seco, una mezcla. Espeso, cortado. Fuerte aroma, mala leche. Un tipo largo, un manojo de nervios. Nunca hablaba con nadie. Tomaba café. No podía parar de trabajar y el café lo mantenía. No tenía filtro, debía hacerlo todo solo. Estaba quemado, tomaba cada vez más café. Él sembraba, cuidaba el cafetal, regaba, podaba, cosechaba, secaba y procesaba el grano. Por eso tenía que tomar tanto café. Y cada vez tomaba más. Debía rendir al máximo durante muchas horas. Tomaba un café cada diez minutos. Era un trabajo muy duro, así que pronto envejeció. Su piel se tostó al sol. No paraba de tomar café para poder seguir. Temblaba. Le faltaba cuerpo. Sus dedos ya no podían procesar tantas plantas como antes. La artrosis le iba robando habilidad; lo que antaño era una tarea instantánea, ahora se le hacía poco natural. Tomar café para poder trabajar también le consumía tiempo, así que trabajaba cada vez más horas. No querías taza, pues taza y media.  Estaba molido. Desganado. Desgranado. Y eso le llevaba a tomar cada vez más y más café. Y más café. Y más café. Y más café. Echaba humo. Hervía por dentro. Estaba negro. Siempre amargo, siempre solo.

martes, 13 de marzo de 2018

La araña


Trepa temprana. Trepana.

Elefante



Logo y motivo para El Elefante. Diseño original César González Muntión ® 2018.

miércoles, 7 de marzo de 2018

domingo, 30 de julio de 2017

Ves

¿Ves?

Depresión, estrés, de yeso, 
al bies, de pies, inmerso
en la aviesa empresa del preso. 
Otro amanecer, sin nada que hacer.
Espeso. Tedioso. Es odioso rezar 
a Dios por permanecer ileso.

Eres presa del exceso, 
toses. No sé.
Y yo osé ver al revés, coser el verso.
Me expreso: me desprendo de la pose,
del corsé perverso del seso.

Y estiro mi prosa elástica. En vilo.
Convexo, como Esquilo, el sátiro que se tiró
a la mujer fantástica 
sobre el plástico de un vinilo.
En el sexo, a mí lo
que me quieras decir, dilo.

Al fin, y al filo, es vital, espabila,
el alfil de mi estilo se afila, se enroca,
se pone una fila de coca, ventila.
Te ataca, se apoca. 
Se saca la tranca tranquilo.
Desfila, destila su axila en tu boca.
Te esquila. Chupa un hilo de metal
para que gimas, granuja.
Y te presenta a su aguja,
te cose el ojal a rimas.
Sin más, viendo tus lágrimas
cuando el metal repuja
tu ano, como un común
cirujano que, a las malas,
y quemándolas a mano,
mandalas dibuja.




sábado, 20 de agosto de 2016

Es cribir

Mi vicio es cazar palabras, sacarlas de quicio. Asaltarlas. Echarlas al azar, o a las zarzas. Darles alas, desalarlas. Es criarlas. Es cribarlas. Esquivarlas. Escribirlas. Echarles de papeo papel a pelo, a palo seco. Y coserlas. Apenas pelechan, pelarlas. Esperarlas. Cosecharlas del peral. Es pesarlas. Espesarlas. Es tratarlas como perlas. Alabarlas. Lavarlas con Perlán. Sacarlas a secarse al sol. A solas. Y tirármelas, darles por detrás, lastimarlas. Y timarlas, invitarles a saltar en parapente y de repente soltarlas. Trocearlas atrozmente y de sol a sol asarlas. Soy capaz de caparlas. Enterrarlas en capazos en detrito fecal, y montar el funeral en un garito de Parla. Y a la par liarla parda, darles fuego. Y apuntarlas en la mente para luego. Y gozarla.

martes, 16 de agosto de 2016

Mirando el gotelé

No tengo tele de momento. No la creo. Pero tengo gotelé en mi apartamento. Y aquí ando, ojeándolo entre tanto. Me entretengo, me lo leo. Me levanto. Riega la hiedra el llanto, medra urdiendo un tapiz. Trepa temprana, trepana. Rompe piedra la raiz. Cubre la leña el canto. Veo las siluetas que salen de la pared, que cosen el seco yeso, de esas que corren traviesas los muros que yo atravieso, mientras me muero de sed. Mientras se seca el exceso. Y eso que a veces parece que se cebe la escasez. Y tanto, como no hay agua no aguanto. Paro en seco, y me hincho de cualquier materia que huela a humedad, a mi edad. Y me agoto. Goteo. Me esparzo por todas las grietas de las paredes que rompo y converjo así en el centro del fresco, en el escorzo de un dibujo asimétrico. El universo elegante, un fractal de frac. ¿A caso es fatal el fracaso? Me pongo como se pone el arte cuando habla de sí mismo: imposible, impasible, impensable. Y luego firmo mis garabatos repetitivos con espirales que juegan a fugarse de mí. Es la ñapa de la araña, que tiende el mantel, la caña; y sabe que aquel no aguanta, y entiende que se tesele, que se le rompa la manta. Y tampoco tiene tele, porque sabe que engaña, y la araña cose y canta, y se aguanta hasta que duele. Pero el retel se daña. Y se apaña con la tele. Patrañas.

domingo, 24 de enero de 2016

Tu madre es tan gorda que...

Te engendró un engendro. 

Tu madre medra, es un odre. Su hambre es un drama. Tu madre es la pesadilla de la cama y de la silla. Y tanto, es un titán. Las ingles de tu madre son singularidad. Tu madre es densa, es masa madre. Es una bola de lomo adobado barato de barra de bar. Se come la fecha de caducidad. Tu madre echa a rodar, como Michael Moore. Tu madre es una zángana, una boa, acapara una barbacoa campera de la manera más bárbara. Se abalanza, se abraza a la mostaza y a la salsa tártara. Harta ya de tanta nata, se desata, se lanza sobre el bol de patatas. Dice que es un problema de glándulas, pero es gandula, y sobra su gula para doblar la báscula. Es una vaca cubierta de laca, tiene el culo de cien mulas. La mueven con una grúa mientras devora un pastel, tu madre es Pantagruel. Es un cerdo en el detrito, un agujero negro de apetito cruel. Grande como una falla tirada por un tractor, siete acres de grosor. Tu madre compra las mallas de la talla “ecuador”. El culo de tu madre tiene luces de gálibo y su hambre en el McDonald's acojona, siembra el pánico. Untó el dibujo de un plato con una barra de pan. Tu madre es un saurio extinto, traga lo que le dan. El monstruo del laberinto, tu madre se pone el cinto con un puto bumerán. Es mazacote y princesa del bote de mayonesa. Es la diosa de la grasa. Está hermosa, la asquerosa, es que se pasa. Tu madre es una babosa del volumen de una casa. Es una bola de queso, es una mole de peso, una morsa, un horror. Es una masa ansiosa que amor al refrigerador rebosa. Es un Godzilla que arrasa allí donde el culo posa.

sábado, 11 de julio de 2015

Rojo teja

La tierra es finita. Me grita. Me ama. La tierra es un drama, es pasar por el aro, es un crimen. Es una amalgama de raros. Es caos. La tierra es tu casa, escasea. Se agota, se hace caldo. Por eso a veces toca tirar de cervical y mirar hacia arriba. A los tejados. Yo, de vez en cuando, cuando cruje el calor, subo. Conocí a algunos de los habitantes de los tejados. Son tipos porosos, del material del que están hechas las tejas. Los reconocerás porque echan humo, como Sara Montiel. Hablan de sus cosas, de sus casas. Subidos allí, en las claves de sus tejados, entienden la realidad desde otra perspectiva. Y no van a bajar a contártela. Desde allí, fundamentalmente, se ve el cielo. Azul. Continuidad. Se ven nubes a veces. Los habitantes de los tejados les ponen nombre y las pastorean. Y en uno de estos capítulos alcancé a intercambiar unas palabras con uno de ellos:

-Hola.
-¿Cómo has subido?
-He tirado de cervical. He volado.
-¿Y a qué has venido?
-Mi intención no era venir aquí, sino irme del lugar de donde vengo.
-¿Y ahora?
-Quiero ser uno de vosotros.
-Adelante, busca tu clave, tu teja. Agárrate fuerte y empieza.
-¿Que empiece a qué?
-A echar humo.

miércoles, 22 de abril de 2015

Plumas de ganso

¿Tú te crees todo esto? ¿Te crees que mereces también tú un arresto? ¿Te quieres vengar? ¿Tú te crees que rezar hace el resto? ¿Molesto? Te cuento: me tienes contento. Que sepas que soy la simiente del viento. Que sepas que entiendo que se pasa el tiempo. Que sepas que es prosa, que pesa, que miento. Y miento a menudo, me invento el momento. Me voy y me vengo, del verbo vengar. Me pierdo, me encuentro. Me muevo y me paro, del verbo parir. Me escribo, me leo. Me yergo y me siento, del verbo sentir. Me miro, me veo, me miento y me creo. A veces me meto, del verbo meter. A veces me salgo, del verbo salir. Me pongo a parir, me invento un mondongo, pospongo el momento, me paro, me siento y me pongo a escribir: suspenso. Me encuentro hasta tenso. Me censo en el club del incienso, me amanso, le como la oreja a la almohada, la dejo empapada, la canso. Y vuelan las plumas de ganso, lo siento. Y al día siguiente lo mismo, de vuelta al convento, al autismo, al descanso. Al triste remanso, al abismo, al sustento. Al momento Mi mayor, que es cinismo en el aliento, que es como la mala fama, que es como un bicho en la cama, que es como un puto dolor visto con gafas de aumento. Pero soy yo el inventor del argumento y la trama. Soy el que ayuno y disiento, el Neptuno en mi tormento. El autor de todo drama. Y contento.

viernes, 20 de marzo de 2015

Y = X+1. Y así, sucesivamente

Llueve. Y hace viento. Las líneas oblicuas.

Oblicuo viene de obliquus, que a su vez viene de linquo, y significa hacia la separación.
Las líneas oblicuas se conservan.
Conversan en cursiva. En verso.
Se observan.
Se sirven.
Se van.

Las líneas oblicuas son diversas, divergentes, divertidas. Se trazan a sí mismas por comparación a las paralelas; por negación, más bien. No son oblicuas a sí mismas ni son oblicuas a otras oblicuas, sólo pueden ser oblicuas si se las compara con una vertical o con una horizontal. No quieren ser ni una cosa ni la otra. Son ideterminación, que no incertidumbre. Las líneas oblicuas tocan (del verbo tocar) abajo y arriba. 
Se salen del marco. 
Se fugan. 
Se van.

domingo, 15 de marzo de 2015

jueves, 12 de marzo de 2015

La ciudad

Ciudad es la segunda persona del plural del imperativo del verbo ciudar.

La ciudad logra la alegoría del Lego. Y le mete un gol al ego, y luego le invita a alcohol.

La ciudad es sucia. La ciudad te suda. La ciudad te cuida, te suicida, te desnuda.

La ciudad en que nací. La ciudad es nazi. La ciudad es mucho, es poco, es casi.

La ciudad vacía, la ciudad vecina. La ciudad se cuece, se enriquece, se hacina.


La ciudad es masa, la ciudad de harina, La ciudad es horno, infierno, mina.

La ciudad es óxido. Ciudad vencida. La ciudad es ácida, fantástica, homicida.

La ciudad es plástico, criterio estético. La ciudad es ídolos. Y míralos, idénticos.

La ciudad es píloro, es mi dolor. La ciudad es el Sión del simplismo del "sí o no”.

La ciudad ordenador, la ciudad escena. La ciudad es la mecenas de la pena y del amor.

La ciudad se expande, se expende, se expide. La ciudad se expropia, se desprecia y se despide.

Y te expropia. Ciudad-estado.
Y te desprecia. Ciudad-estadio.
Y te despide. Ciudad-estudio.

sábado, 7 de marzo de 2015

La ignorancia

La única forma de existencia es la percepción.
La única forma de percepción es la observación.
La única forma de observación es la interpretación.
La única forma de interpretación es el conocimiento.
La única forma de conocimiento es el aprendizaje.
El único camino hacia el aprendizaje es la ignorancia.

jueves, 5 de marzo de 2015

Dios, el sueño y el látex

Se despertó de golpe, pero no sobresaltado. Un sueño recurrente: la perfección de las formas en el arte se le antojó de naturaleza divina. Ocurría siempre igual, cada noche soñaba con los principios filosóficos clásicos que le pudieran aclarar la existencia de un ser superior. El hijo de puta dormía sobre un colchón escolástico.

Las líneas paralelas

Iba a sentarme a escribir unas líneas, algo profundo, a sangrar un poco, pero no me sale. Hace un día demasiado soleado para escribir algo profundo. Tengo demasiada resaca para sangrar. Así que voy a prescindir de la tercera dimensión, la profundidad. Dos dimensiones. Las líneas paralelas:

Secante viene de secare.
Las líneas secantes se casan. 
Se cansan. 
Se secan. 
Se caen.
Cesan.

Tangente viene de tangere.
Las lineas tangentes se atacan.
Se acatan.
Se acotan.
Se tocan.
Cortan.

Perpendicular viene de pendere.
Las líneas perpendiculares se pertenecen.
Se desprecian.
Se preceden.
Se parecen.
Perecen.

Las líneas paralelas, sin embargo, son otra puta movida. En primer lugar, paralela tiene una etimología mucho más lírica. Y me explico: quiere decir al lado el uno del otro. Hay que salirse del folio para saber que son paralelas. Es matemáticamente perfecto (porque perfecto viene de per facere, llevar a cabo algo completamente). Su propia existencia requiere de dualidad, de reciprocidad, de reflexión. Pero paralelas son cada una de ellas, aunque no puedan definirse paralelas sólo por sí mismas. Por otra parte, y esto es fundamental, una línea paralela no es paralela hasta que henchimos (del verbo henchir) el marco de observación. Y como todo en esta puta vida, cambia cuando cambias el marco de medición o modificas el punto de vista. No hablaré del punto de vista porque esto son dos dimensiones y no cambia nada. Y no cambia nada, porque nunca cambia nada, pero eso es otra historia. Una historia paralela, quizá. Lo realmente épico de las líneas paralelas es que hasta que no llevas el marco de observación hasta el infinito, no puedes comprobar que no se han tocado nunca. Entonces ya habrían dejado de ser paralelas. Porque ellas se quieren tocar, claro, son paralelas pero no gilipollas. Lo que pasa es que las miran, las están midiendo. Además, para saber que no se han tocado, haría falta llevar a cabo la medición completamente, hasta el infinito, per facere. Pero eso no se puede hacer. Por eso son etimológicamente perfectas, porque son puro concepto. Y las rayas se rayan (del verbo rayar), y hacen como que no interactúan, y actúan como que no se interesan, y se tensan, y nunca se inter-sectan. Quieren ser tangentes: para tocar. Y con todo esto en la cabeza (y en el boli), y resaca de calimocho hecho con vino caro en bares cool a los que no sabría volver solo, paro, porque estoy a pocas líneas de empezar con A ti lo que te pasa es que te sobra la masa… y el blues es para por las noches.

De las oblicuas hablaré un día de viento y lluvia. O quizás no.

martes, 10 de febrero de 2015

Bonito

(...) Y mientras le cobraba un kilo de fletán a 18 euros, el pescatero melómano comprobó atónito lo fácil que había sido engañar a Pau Donés.

jueves, 29 de enero de 2015

Oxitocino

El sexo entre obesos es pomposo, es convexo. Es una es-cena obs-cena. Es sabor a sobras, a sopas de sobre. Es untar un táper. Es un sexo de peso. Es mórbido más que morboso. Es asombroso. Son dos morsas en un foso. Son dos sacos de sebo besándose, más bien comiéndose a besos. No se besan, se rebosan, se sobran, se rebozan. Se almuerzan con zorza. Es la fiesta de la lorza. Es morcilla en los sobacos. Es la triporra de Baco; es como hartarse de queso. Es grasiento, empalagoso; es la asfixia del amor. Es hartazgo en Do Mayor. Un montón de sobrasada, la balada de un trombón. La pasión de los colosos. Es calor, es calorías. Es el postre en una orgía de tejido adiposo. Es grandioso, sólo eso.


miércoles, 14 de enero de 2015

En la consulta del psicólogo.

-TOC TOC.
-¿Quién es? ¿Quién es? Maldita sea. ¿Quién coño es? ¿Quién es? Tengo que saber quién es. ¡Quién cojones es!

viernes, 13 de junio de 2014

Ob(via)solescencia programada

Los calendarios son el ejemplo más enfermizo de obsolescencia programada.

jueves, 20 de febrero de 2014

Pluriempleo de la palabra "pluriempleo"

El camarero doctorado en Física comprendió que dos bares eran demasiada presión.

viernes, 26 de abril de 2013

La paradoja de Hardy (2)

Greenpeace ha denunciado a Schrödinger. O no.

Recuezo el recuerdo

No intento recordarte. Si me da por pensar en ti te invento, en su lugar. Lo que ocurre es que tú y mi modo de inventarte tendéis a coincidir.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Primero de arquitectura

Si es que no sé ni por dónde empezar. ¿Por el principio? No, eso sería demasiado obvio. Debería estar estudiando, o corriendo. Bien, seré breve porque tengo frío, y dramático porque llueve. Empezaré por contarte que te veo y te escucho con más frecuencia de la que tú te imaginas y, desde luego, con menos de la que yo quisiera. Te veo porque te enciendes, porque me enciendes, te digo. Porque me pones ciego. Porque haces fuego conmigo, no sé si me entiendes. Y, como un arquitecto del aire, levantas a mi alrededor complejas bóvedas, paredes infinitas y suelos del más bruñido y oscuro mármol. Qué digo oscuro, negro. Qué digo negro, zahíno. Y cuando has acabado la obra, yo miro hacia arriba y contemplo la perfección de su factura. Y no quiero salir de ese templo del que ya me has dado las llaves. Porque tú nunca las llevas. Ya ves. Y creo intuir que el dios al que se venera en esa casa pagana que has levantado puede ser bondadoso o terrible, dependiendo de qué ofrendas reciba. Pero eso no me inquieta. Al fin y al cabo, es sólo un dios ¿Qué daño podría hacerme un dios? ¿Eh? Existe, sin embargo, una situación con respecto a la cual me daría vértigo ser realista. Y es que, si la obra megalómana de la que me has rodeado cede, si se caen sus bóvedas, si se doblan sus arcos, si sus paredes se precipitan (y digo precipitan) hacia el zahíno y brillante mármol de sus suelos, acabaré aplastado entre escombros de preciosos y pesados materiales. Y va a ser así, porque no pienso salir de tu templo. Y es que el terremoto me encontrará sentado, mirando mi reflejo en la piedra pulida y apreciando la sutil ironía de compartir destino con el dios que allí mora. Y me reiré a ratos, mientras todo se desmorona, observándole buscar una grieta por la que colar su divino y etéreo cuerpo. Pero tampoco él podrá salir. Porque he cerrado por dentro y he tirado las llaves. Ya ves.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Caza mayor

Sales de todas las cosas. Y llegas como tormenta, barriéndolo todo en espirales. Y te viertes densa y te respiro. Y te exhalo. Mueves de mi mente los hilos que tú quieres y yo no puedo mover. Contemplas luego tu obra como quien mira la lluvia. Derrites los cristales de mis ventanas. Y entras también por ellas. Exhalas tu turbio aliento de óxido y grandeza y te enfrías de nuevo. Como una maldición legendaria. Como un rito pagano. Cavas en mí agujeros alzando la azada al azar hasta que el caldo rebosa, y sacas de tu manga corta algún malentendido oportuno que, como siempre, acaba dándole sentido a todo. Peinas cada hebra de mis informes obsesiones y las dispones paralelas para que nunca se toquen. Para que apunten en la misma dirección. Para que mueran incompletas. Abres la boca porque quieres hablar, porque quieres texto, guión. Y agarras un palo y me pinchas con él. Y yo me tumbo, para hacerte creer que has ganado. Me mueres. Te sientas a mis dos lados y afilas tu navaja mirándome. Quieres un trofeo. Pero es entonces cuando muevo la mano, y tú lo entiendes todo de repente. Es más tarde cada vez. Cae sobre ti mi trampa. Mi red. Enloqueces como mil gatos dentro de un saco. Pero acabas por calmarte. Y te paso la mano por el costado y el cuello. Y te ahogo hasta hacerte líquido. Y te saco de mi cabeza. Y te meto en mi boli. Y te escribo.

sábado, 25 de agosto de 2012

Acerarte

Hacer arte es antojo, no trabajo. Es cortarte, lacerarte, darte un tajo. Enajenarte, enjaularte, enjabonarte con ajo. Cerrarte los ojos con cerrojos de acero. Ser sincero. Entrar en el retrete del tren y retratarte. Entrenar, entretenerte, enterrarte. Hablar a solas, ir a Marte. Saltar las olas, asolarte. Salir al sol, solaparte. Y eso es sólo una parte. Tendrás que derrapar. O raparte. O sacarte la ropa y dejarla aparte. Partir el tiempo en secuencias, olvidar las consecuencias. Tener el corazón de letras y el cerebro de ciencias. Ir detrás de la razón, buscar vivencias. Alterarte la consciencia, la conciencia, la pasión, las experiencias. Descifrar el universo, con paciencia, verso a verso. 


Es mear fuera del tiesto. 


Es matar y ser honesto.


Es la nada y es el todo.


Es un modo, un pretexto.


Es el lodo y es el sexo.


Es un puto blues inverso.

La paradoja de Hardy. Eres un fotón.

Hay dos clases de personas. Tú y el resto. De las segundas es fácil olvidarse, porque no existen. O quizás porque no saben que existen. Eso no es importante. Son un fluido, puedo acostumbrarme a nadar entre ellos. Son éter. Pero no importa qué les digas, porque no te escuchan. Eso reduce el universo a un sistema mucho más sencillo. Un binomio. A y B. Ambos escuchan. A estas alturas, ya habrás deducido que en un binomio en el que ambos escuchan, ambos, a la fuerza, hablan. No es así, pero no te preocupes, es un error común. La verdad es que B habla y ambos escuchan, uno al otro, y el otro a sí mismo. ¿Cuál es entonces el papel de A en el sistema? Es el más importante. A le da a B un motivo para hablar. Porque sólo si hay intención, hay comunicación. ¿Y qué dice B? Tienes datos suficientes para deducirlo, teorizarlo. Pero no puedes saberlo con seguridad. Porque si pones la oreja para escuchar tú también, ya hay tres escuchando. Y se jode el binomio. Y todo el marco se mueve. Puedes hacer dos cosas. Teorizarlo o suponerlo. Porque ignorarlo no es una opción. Pues B observa el sistema, carraspea, porque fuma, y comienza a hablar. Y te dice, casi con total seguridad, algo así. -A ti lo que te pasa es que te sobra la masa- O sea, que eres un fotón. Pura energía. Y no, no se te puede observar, porque no ocupas tiempo ni lugar. It is what it is. Porque tú eres así, un fotón. Tan, tan, tan previsible, que si te observo no entiendo nada. Y si no te observo, no me queda otra salida que equivocarme. Pues elijo la A, como es lógico.

sábado, 28 de julio de 2012

Sanar ranaS

He pisado una rana. Estaba viva. Estaba. Seguro que en alguna cultura pisar una rana y matarla significa algo realmente chungo. Ha saltado hacia mí, era de noche y la he aplastado. Me he dado cuenta de lo que era al encender la luz del móvil. Irrecuperable. Imposible sanar a la rana.