El camarero doctorado en Física comprendió que dos bares eran demasiada presión.
2 comentarios:
Anónimo
dijo...
Maestro Zensitar, un abrazo.
Grito al frío, al lago, al mar al río, cargo leña mojada para llegar al estío. Humo blanco, señalando el banco en el que pelo el ganso, gacho, echo un guiñapo, sin capa ni sayo, tan sólo con un trapo de trozos de ratos, con piezas de paños,con años y años de ensayos. Yo, con poco me apaño: con los que he perdido, y con los que extraño.
Manos en manada buscan el calor de una llama, el maná que sana y la nana que mata, que hace del todo la nada. A lo lejos alguien me descubre, desde lo alto de esa cumbre. -Disculpe, ¿me da lumbre? -Sí, hombre, ponga en cazo las manos que yo le hago la servidumbre. Tome las ascuas ahora que son Pascuas, ponga debajo las manos, y aguante con ellas hasta Ramos. Vamos que nos vamos. -Divino! dice el pijo, fan del refino vagueo, dios egipcio del escaqueo, con la cabeza de un perro ratonero, de un escarabajo pelotero. El muy puñetero. Ahora que marcha le veo, marca los pasos a golpes, casi al galope, y se le oye jurando en hebreo. No será el último ni el primero, de ellos habrá un reguero que dejan de piedras rojas un marcado sendero negro. Pero por él no lo siento. Con un té me enderezo, sólo agua caliente y brezo, es lo que hay, es lo que tengo. Miro hacia el camino negro y repliego. Guardo para el recuerdo la hogera, sin pena, la meo. Monte a través no sopla el cierzo, puede que cace un ciervo, o con suerte que encuentre hueco donde poder morir contento sin tener que contarle a otros mi cuento, echo un cesto hecho ciento. Por esto y por que aún sueño despierto, sigo haciendo locuras, sigo soplándole al viento, para que no apague el fuego, y todo esto al tiempo que asiento, cual carnero, la orden de cabrero, sin salirme del corral, mirando de reojo el prado por entre las tablas podridas del cerco.
Me siento, del verbo sentar, a escribir y acuden a mi cabeza cien mil moscas, como a un panal de rica miel. Uno escribe sobre lo que piensa, y piensa en lo que recuerda, y recuerda lo que ha oído. Si la cera del oído le deja oír. Le deja huir. Y es eso, y no otra cosa, lo que uno escribe. He oído a veces que sabe más el diablo por viejo que por diablo. ¿Entonces dónde coño está el mérito? Eso lo puede hacer cualquiera, todos envejecemos, nos oxidamos casi al mismo tiempo, otra cosa es que el orégano, el tomillo o el brezo luego te limpien la sangre y el intestino de óxidos y de radicales libres. Radicales libres los llaman, parece un chiste. Hay que joderse, media España en la trena por radical y en la Moraleja toman infusiones de tomillo para erradicar de raíz sus radicales libres. Eso sí, con sacarina. Son el diablo, pero saben más por viejos. O eso dicen. La Moraleja es el distrito de Europa con más densidad de diabéticos. Habiendo estevia, brezo y tal. Yo prefiero la miel, ya sabes. Aunque no importa lo que sepas, al fin y al cabo lo que sabes es sólo una pequeña parte de lo que intuyes, lo real es sólo una pequeña parte de lo posible y lo que tienes es sólo una pequeña parte de lo que hay. Es lo que hay, y no hay más. Y siguiendo con el silogismo, te diré que el mundo está en tu mente, y que tu cuerpo está en el mundo. Echa cuentas. Es como un toro. Un toroide. Una cinta de Moebius, que es como una cinta de Melendi, que suena toda igual, pero con auto reverse, y luego otra vez lo mismo. Así que te pegan en la cara A y tú acabas poniendo la cara B. Kilómetros de óxido de cromo para grabar siempre la misma canción. Nos movemos a través de ella y nos vamos oxidando. Nos conformamos, eso es todo. Plantamos los huevos en nuestras celdas hexagonales, en nuestra gran gloria gregaria, muriendo de dulzura mientras pensamos que no hay más cera que la que arde. Gota a gota. Yo, personalmente, creo que hay cera como para hacer esculturas de todas las cosas y luego quemarlas. Hacer que se derritan, y hacer de ese rato un reto, un rito, un irritante reír. Sacarle punta al aguijón y darle por el culo al puto Winnie the Pooh. Porque mira que está gordo el hijo de puta de Winnie the Pooh, será de tanto meter la mano en nuestros panales. Y de tanto pasar hambre algunos se comen el orgullo, mientras otros se pesan las piedras del riñón en kilates. Y eso mosquea, del verbo mosquear. Y hay que ser dulce, amigo, porque si no nadie te lame. “Se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre”. Pues yo le diría a usted que deje de meter la mano en mi panal, que si lo que quiere usted son moscas, le puedo dejar un caldero de mierda, que de eso sí que me sobra, de momento. Ya me la devolverá. Y no les importa robarnos los botes de miel, porque no saben lo que están robando. Ellos no la pueden tomar porque están abotargados. Son diabéticos, son el diablo. Tienen que endulzarse con sacarina, y eso no genera más que radicales libres; cada vez hay más, ya te lo he dicho. Ya no quedan celdas hexagonales para tanto radical. Se están hacinando. Mi celda hexagonal y adosada es tan pequeña que no me cabe ya ni la menor duda. Y mientras ellos hablan de la miel que les debemos, me arden los oídos. Yo me meto los dedos en las orejas para no oírlos. Y cuanto más hablan de las moscas, la miel, el óxido, el vinagre y las piedras de sus riñones, más dentro meto los dedos. Hasta los nudillos. Saco la cera a puñados, y la guardo para quemarla luego. Meto más las manos. Me quito el reloj. Hasta las muñecas. Y toco algo con las yemas. Es suave. Es dulce. Es miel. Y a mi Puta Cabeza cien mil moscas acudieron. Yo, en mi celda hexagonal, cuanto más radical me pongo, más libre me siento, del verbo sentir.
2 comentarios:
Maestro Zensitar, un abrazo.
Grito al frío, al lago, al mar al río, cargo leña mojada para llegar al estío. Humo blanco, señalando el banco en el que pelo el ganso, gacho, echo un guiñapo, sin capa ni sayo, tan sólo con un trapo de trozos de ratos, con piezas de paños,con años y años de ensayos. Yo, con poco me apaño: con los que he perdido, y con los que extraño.
Manos en manada buscan el calor de una llama, el maná que sana y la nana que mata, que hace del todo la nada. A lo lejos alguien me descubre, desde lo alto de esa cumbre.
-Disculpe, ¿me da lumbre?
-Sí, hombre, ponga en cazo las manos que yo le hago la servidumbre. Tome las ascuas ahora que son Pascuas, ponga debajo las manos, y aguante con ellas hasta Ramos. Vamos que nos vamos.
-Divino! dice el pijo, fan del refino vagueo, dios egipcio del escaqueo, con la cabeza de un perro ratonero, de un escarabajo pelotero. El muy puñetero.
Ahora que marcha le veo, marca los pasos a golpes, casi al galope, y se le oye jurando en hebreo. No será el último ni el primero, de ellos habrá un reguero que dejan de piedras rojas un marcado sendero negro. Pero por él no lo siento.
Con un té me enderezo, sólo agua caliente y brezo, es lo que hay, es lo que tengo. Miro hacia el camino negro y repliego. Guardo para el recuerdo la hogera, sin pena, la meo. Monte a través no sopla el cierzo, puede que cace un ciervo, o con suerte que encuentre hueco donde poder morir contento sin tener que contarle a otros mi cuento, echo un cesto hecho ciento. Por esto y por que aún sueño despierto, sigo haciendo locuras, sigo soplándole al viento, para que no apague el fuego, y todo esto al tiempo que asiento, cual carnero, la orden de cabrero, sin salirme del corral, mirando de reojo el prado por entre las tablas podridas del cerco.
Un besaco chiquito
Me siento, del verbo sentar, a escribir y acuden a mi cabeza cien mil moscas, como a un panal de rica miel. Uno escribe sobre lo que piensa, y piensa en lo que recuerda, y recuerda lo que ha oído. Si la cera del oído le deja oír. Le deja huir. Y es eso, y no otra cosa, lo que uno escribe. He oído a veces que sabe más el diablo por viejo que por diablo. ¿Entonces dónde coño está el mérito? Eso lo puede hacer cualquiera, todos envejecemos, nos oxidamos casi al mismo tiempo, otra cosa es que el orégano, el tomillo o el brezo luego te limpien la sangre y el intestino de óxidos y de radicales libres. Radicales libres los llaman, parece un chiste. Hay que joderse, media España en la trena por radical y en la Moraleja toman infusiones de tomillo para erradicar de raíz sus radicales libres. Eso sí, con sacarina. Son el diablo, pero saben más por viejos. O eso dicen. La Moraleja es el distrito de Europa con más densidad de diabéticos. Habiendo estevia, brezo y tal. Yo prefiero la miel, ya sabes. Aunque no importa lo que sepas, al fin y al cabo lo que sabes es sólo una pequeña parte de lo que intuyes, lo real es sólo una pequeña parte de lo posible y lo que tienes es sólo una pequeña parte de lo que hay. Es lo que hay, y no hay más. Y siguiendo con el silogismo, te diré que el mundo está en tu mente, y que tu cuerpo está en el mundo. Echa cuentas. Es como un toro. Un toroide. Una cinta de Moebius, que es como una cinta de Melendi, que suena toda igual, pero con auto reverse, y luego otra vez lo mismo. Así que te pegan en la cara A y tú acabas poniendo la cara B. Kilómetros de óxido de cromo para grabar siempre la misma canción. Nos movemos a través de ella y nos vamos oxidando. Nos conformamos, eso es todo. Plantamos los huevos en nuestras celdas hexagonales, en nuestra gran gloria gregaria, muriendo de dulzura mientras pensamos que no hay más cera que la que arde. Gota a gota. Yo, personalmente, creo que hay cera como para hacer esculturas de todas las cosas y luego quemarlas. Hacer que se derritan, y hacer de ese rato un reto, un rito, un irritante reír. Sacarle punta al aguijón y darle por el culo al puto Winnie the Pooh. Porque mira que está gordo el hijo de puta de Winnie the Pooh, será de tanto meter la mano en nuestros panales. Y de tanto pasar hambre algunos se comen el orgullo, mientras otros se pesan las piedras del riñón en kilates. Y eso mosquea, del verbo mosquear. Y hay que ser dulce, amigo, porque si no nadie te lame. “Se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre”. Pues yo le diría a usted que deje de meter la mano en mi panal, que si lo que quiere usted son moscas, le puedo dejar un caldero de mierda, que de eso sí que me sobra, de momento. Ya me la devolverá. Y no les importa robarnos los botes de miel, porque no saben lo que están robando. Ellos no la pueden tomar porque están abotargados. Son diabéticos, son el diablo. Tienen que endulzarse con sacarina, y eso no genera más que radicales libres; cada vez hay más, ya te lo he dicho. Ya no quedan celdas hexagonales para tanto radical. Se están hacinando. Mi celda hexagonal y adosada es tan pequeña que no me cabe ya ni la menor duda. Y mientras ellos hablan de la miel que les debemos, me arden los oídos. Yo me meto los dedos en las orejas para no oírlos. Y cuanto más hablan de las moscas, la miel, el óxido, el vinagre y las piedras de sus riñones, más dentro meto los dedos. Hasta los nudillos. Saco la cera a puñados, y la guardo para quemarla luego. Meto más las manos. Me quito el reloj. Hasta las muñecas. Y toco algo con las yemas. Es suave. Es dulce. Es miel. Y a mi Puta Cabeza cien mil moscas acudieron. Yo, en mi celda hexagonal, cuanto más radical me pongo, más libre me siento, del verbo sentir.
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