Puta Cabeza siempre ha estado allí. A veces ruidosa, muy ruidosa. A veces discreta, sólo un poco. Puta cabeza me ha aconsejado toda mi vida, ha sido el sí cuando todos decían no, y ha sido el no cuando todos callaban. Hoy me he dado cuenta de que, en esta ocasión, estaba empezando a ignorarla. Y los dos sabemos de sobra quién manda aquí realmente. Puta Cabeza se ha inhibido en todo esto, le he obligado. Le quité su alimento durante un mes, como cada año. Pero este año elegí el mes equivocado. No pasa nada, Puta Cabeza es ubicua y, como un comatoso, escucha desde el negro profundo de su gruta. Hoy he practicado el ritual. Ha llovido, de nuevo. Era de noche. En la bici. He elegido su música. He pedaleado. La he buscado por toda la ciudad. Y se ha dado por aludida. Puta cabeza ha despertado y me ha dado un bofetón. Es así como me perdona cuando la ignoro. Ella sabe para qué la llamo. Ella sabe que soy terco y soy talco, yo sé que ella es el más duro mineral. Mentecato silicato masoquista. No me interesaba hablar. Sólo escucharla. También eso lo sabía. No ha esperado a que yo dijera nada. Y, una vez más ha hablado:
-Hey,
Lo diré en tu idioma. Eres hombre de monte y sabes, como yo, que sólo se pierde en el bosque quien cree conocer el camino. Eres hombre de cuevas y sabes, como yo, que cuando te adentras en una has de memorizar lo que dejas a tu espalda, no lo que tienes delante. Eres hombre de escalada y sabes, como yo, que hay puntos de no retorno que tienes que alcanzar para obligarte a seguir ascendiendo. Eres, definitivamente, hombre de bici y sabes, como yo, que las heridas realmente graves suelen doler al día siguiente. Esta vez no te fijaste en los árboles, ni en la gruta, ni en la pared ni en las ruedas. Esta vez has decidido tirar tú solo. Y el resultado lo estás padeciendo ahora mismo. Te has perdido, te has quedado sin luz, te has caído y has pinchado. Todo a la vez. ¿Qué queda ahora? No eres tonto. Estás muy lejos de serlo. Tu problema no es ese. Tu problema, hermanito, es el punto de apoyo. Y eso lo sabes. Comenzaremos, pues, con eso.
Todo se reduce a luz y a sombra. Tú, obstinado y optimista, te acercaste al calor pensando que era la luz. Sentiste sólo con la piel, ese fue el error. Tus ojos te hubieran dado una medición muy distinta. Abriste todas las ventanas para dejar que la luz entrase. Pero sólo entró corriente. ¿Cierto? Y la corriente acabó rompiendo los cristales, de modo que ya no podías contenerla. Te adaptaste. Error. Tenías que haber modificado el entorno en su lugar, ya hablamos de eso en su día, no seré redundante, ninguno de los dos lo merecemos ni lo apreciamos. Tú, celoso creador, me negaste la coautoría en esto y malpariste una obra angulosa y tosca, que sólo tú leías con gusto. Nuevo error.
Giraste tu cuerpo hacia la luz para recibirla de frente y disfrutar su impacto sobre la piel bermeja y exánime de tus labios, cuarteados por el viento y el frío de tus paseos en bici. El Sol estaba bajo, ocre, accesible, no quemaba, sólo acariciaba, tampoco ponía demasiado moreno. Eso te relajó, te dio confianza y descansó tus ojos, tan hartos de la luz blanca y aséptica del invierno. No te fijaste en que la sombra del ocaso, así como la del amanecer, es alargada y deforme. No percibiste la distorsión, y aún no me explico por qué. Y fuiste tú quien me dijo un día que ya no temía al fuego, pero sí a las cenizas. Precisamente tú que, temiendo al Sol, te olvidaste siquiera de respetar la sombra. Y te has encontrado con ella. La sombra no llega de cualquier manera, no avisa, sólo se cierne cuando ya es irremediable. Color negro. Distingue eso si puedes ¿Puedes?
Hablaste de hormigas, termitas, bosques, porque crees que todo lo que verbalizas acaba existiendo. Y ahora te das cuenta de que las palabras son sólo palabras, las metáforas sólo metáforas. Las hormigas no hablan, gilipollas. Te negaste a ser tú quien tomase una decisión porque sabes que tus decisiones son inamovibles, detienen a un imperio. Eso lo sabemos los dos. Pues, amigo, esta vez te toca ser tú quien tome la decisión. Hazlo. Modifica el entorno. Porque si no, será el entorno quien te modifique a ti, y eso no te lo puedes permitir. No nos gusta el puré, preferimos las verduras, eso lo tenemos claro los dos ¿Cierto?
Y la consecución lógica de todo esto, porque nos conocemos bien, hermanito, es que ahora tú me preguntes qué coño eliges. Te voy a ahorrar la pregunta. Y te voy a ahorrar incluso la respuesta. Elige elegir, verás como sólo hay una posibilidad. De hecho, sólo hay un camino. Siempre ha habido un solo camino. Y tú, vergüenza de los montañeros, creíste conocerlo y seguiste andando en línea recta mientras cruzabas las zarzas. Te perdiste. No memorizaste lo que ibas dejando atrás en la gruta, y ahora no tienes referencias para volver. Bien, no hagamos un drama de esto (permíteme la chanza). Yo fui tirando cuerda según te adentrabas. Síguela, sólo tienes que andar recto. Pero recto quiere decir recto, no me jodas ahora.
Este año el solsticio de verano será el día 20. Habla con el jefe. Dile que vas de mi parte. Habrá luz. Eso es todo lo que necesitas. Cómo la utilices, luego, es cosa tuya.
¿Ves? Ya has elegido. No era tan difícil. Estaba empezando a pensar que te habías olvidado de mí, me tenías preocupado. Gracias por verbalizarme, y por rescatar mi música.
Acerca la cara, que te voy a dar un bofetón de buenas noches. Ahora duerme, y escribe mañana en un papel lo que has soñado. Ah, no espera, eso ya lo hiciste ayer. Heh.
Qué gilipollas eres, hermanito. Con todo el respeto.
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