martes, 12 de junio de 2012

Café negro

Llevo horas dándole vueltas a un asunto. Un sueño de esta noche. Yo era parte de un grupo de personas que se refugiaban de algo en el monte. Todos estábamos sentados en un claro entre los árboles. No conocía a nadie salvo a un tipo, pero recuerdo las caras de todos. El tipo a quien logro identificar es un ciclista con el que me crucé ayer subiendo a Clavijo. Me ha costado mucho ubicarlo en mi memoria. Bendita memoria. Todas las personas allí presentes estaban huyendo de algo o, por lo menos, cobijándose de algo. Yo sabía muy bien de qué me estaba cobijando yo, pero no sabía de qué lo hacía el resto. Y aquí viene lo extraño. Me perseguía un tipo invisible que llevaba en su mano una rama de árbol. Cada vez que yo bajaba la guardia, el tipo invisible llegaba de cualquier parte y me azotaba con la rama. Los latigazos no dolían, tampoco se ensañaba demasiado, llegaba, me daba un par de veces y se iba otra vez al bosque. Lo realmente aterrador de la situación es que no podía bajar la guardia ni un segundo. Si lo hacía, llegaba el tipo invisible con su rama de árbol. Era más molesto el ruido que el golpe. El tipo invisible con su verde látigo no atacaba a ningún otro refugiado que no fuera yo, pasaba de ellos. He probado a meterme entre la masa para burlarlo, pero no ha valido de nada, el tipo me busca a mí. Sólo a mí. El resto de personas miraban alrededor como si esperasen a sus propios monstruos, pero no he visto ningún ataque hacia ellos. El refugiado cuya cara he logrado identificar se ha ha acercado a mí y me ha ofrecido una solución: -Conozco un sitio, un cubo de cristal, tengo la llave, pero ocurre algo, huele a gas allí dentro, es posible que te duermas al entrar, ten cuidado. Túmbate y así no te caerás en caso de desfallecer. Es sólo para que puedas descansar, recuerda salir después, porque sólo tú puedes cerrar o abrir desde dentro, y si te quedas dormido dentro y el gas actúa, en fin, es posible que te quedes allí metido. -De acuerdo. Gracias. Me gustaría pedirte otro favor ¿Por qué no vienes tú y me despiertas? De ese modo nos aseguramos de que no me quede allí dentro.- No sé qué pasó después, lo siguiente que recuerdo es estar metido dentro del cubo, con un olor a gas terrible, adormecido y tumbado en el suelo, observando el exterior. El hombre invisible, con su verde rama azotadora, estaba fuera, lo sé porque he visto la rama y he escuchado el ruido. La sensación era casi peor desde allí dentro. Me he despertado muy agobiado. Y me he hecho un café que me está sabiendo a gloria, he de decir. Llevo años eludiendo el café por la mañana, sólo té rojo. Pero hoy, después del sueño, me ha apetecido un café gigantesco, un café sólo en taza de desayuno. Negro y denso, con muy poco azúcar. Amargo. Será para no bajar la guardia en todo el día, no sé.

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