jueves, 28 de junio de 2012

Duele

El cuello a un lado. Y al otro. Clac, suena una vértebra. El cuello a un lado y al otro de nuevo. Claclac, suenan un par de vértebras más. Y salto hacia arriba. Son las 12:00. El sol en cénit. Y salto. Caigo y salto, caigo y salto. Hay que calentar los tobillos. Y esos gemelos gigantes que tengo debajo de las rodillas. Salto más. Más alto, más, más. El masai blanco. Sin camiseta. Sólo zapatillas y pantaloneta. El Sol sigue ahí. Empeine arriba. Estiro abductores. Rodilla arriba, especial cuidado en eso, suave. Estiro los tendones de la rodilla suavemente. Como si fueran joyas. Lo son. Miro el reloj. Doce y cinco. Vamos allá. Hace dos años que no corro en serio. Primer paso. No duele. Sigue, sigue, sigue… escucho mis pisadas y recuerdo lo común que era ese sonido algún tiempo atrás. Plas, plas, plas, plas, plas… puro ritmo. Parece que no me duele mucho la rodilla. Espero diez minutos más y fuerzo un poco la máquina, pienso. El sol me mira, no se lo puede creer. El hijo de puta no podía casi andar hace un par de años y ahora míralo, le quema el suelo. Y en esas estoy. Escucho mis pulmones, los tímpanos se llenan de ese rumor áspero que ocurre cuando corres. Las gotas de sudor caen por mis cejas como una catarata. Las puedo contar al principio, pero luego se amontonan. Cazo alguna con la lengua y saboreo la fatiga. Un sentido más que percibe otro ángulo del esfuerzo. Esfuerzo. Plas, plas, plas, plas. Los pulmones quieren verde, pero yo corro en asfalto, es la tradición. Los conductores de los coches que pasan aminoran y me miran, voy chorreando sudor. Parece que haya salido de un río. La pantaloneta está calada, ni un centímetro cuadrado no empapado de sudor. Estoy perdiendo líquido. Hay veces en que puedes notar la ligereza en tu cuerpo, después de los dos o tres kilos que pierdes en agua mientras corres. Y sigue pegando el sol. Cada vez más duro. Miro mis hombros en marcha. Húmedos y rojos. La garganta se seca. No puedo más, no puedo más, no puedo más, no tengo energía para llegar a Alberite, mi cuerpo ha dicho basta… es el momento en el que ya no importa la forma física, ahora es todo empuje, constancia y terquedad. Aprieto los puños, los dientes, aprieto los músculos de los brazos, del abdomen, de las piernas. Cojo aire a grandes bocanadas. Veo el pueblo a lo lejos. Subo el ritmo. Subo más. Respiro más duro. Más duro. Pulsaciones en la sien, en los ojos, en los tímpanos. Todo es sangre que se mueve. Sudo mares. Cae el sudor por las cejas, es un chorro continuo, da miedo. Y paro. He llegado. Es ahora cuando duele la rodilla. Antes, no.

2 comentarios:

luis dijo...

Que grande eres Cesitar!!! Dios me piro a correr, voy a reventar la carretera!!!

WASHOOE dijo...

Yeeeaaaah, es que si no duele, parece que no has corrido, no sé si me entiendes. Rómpete las rodillas, enséñales quién manda y para qué fueron creadas. Gracias por comentar, hermano.