Cada vez ocurre menos a menudo. Pero sigue ocurriendo, afortunadamente. Todo se para. Tú te paras. No se oye ningún ruido de fuera, no se ve nada. Negro. La sangre que fluye a trompicones por tus arterias va rozando contra las paredes de los vasos; y tus tímpanos, empapados de nada, perciben esas vibraciones. Sonidos de color oscuro, pausados. Un ruido tan visceral y a la vez tan metafísico que no recuerda a nada. Quizá se parezca al final de un polvo, el último instante, en el que la presión sanguínea comienza a disminuir y te duelen un poco los dientes y las orejas. Pero ni eso. Todo está parado. Y tu cuerpo, tumbado boca arriba, no tiene consciencia de sí mismo. Sólo espera. Respiras porque tu médula te hace el favor, pero no lo piensas. Y tu cerebro, descargado de toda obligación orgánica, se retira. Te deja absorto, babeando y disfrutando del negro más cerrado. Triángulos naranjas si te frotas los ojos con fuerza. Si no, sólo negro. Vuelve al cabo de un rato con información valiosa. Es un rito. Espera, te hace esperar a ti, regurgita su digestión más pesada en la alfombrilla de tu puerta y espera a que seas tú quien le diga a qué se parece. Y se parece a un montón de cosas. Te da asco meter la mano en toda esa ponzoña, pero es tuya, todos sabemos que la mierda propia no nos huele tan mal como les huele a otros. Sacas de ella algunos párrafos y los compones como un cirujano borracho y pervertido, más preocupado por la posibilidad que por la corrección. Contemplas luego lo que has armado. Aún está chorreando. Y aún huele. Es una idea. Y sólo así se crean las ideas, porque todo lo demás son copias inconscientes de ideas de otros. Los restos que quedan en la alfombrilla también valen, no los descartas. De hecho, esas son las ideas secundarias, las derivadas de la primera, gorda, marrón y chorreante. Esas son las ideas periféricas, las que te atreves a verbalizar. La primera, la que está viva, es algo más. La respetas, porque sólo la vida es importante. Esto ocurre cada vez menos a menudo. Pero sigue ocurriendo, afortunadamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario