viernes, 1 de junio de 2012

Cuánto cuento cuántico


La imposibilidad de conocer simultáneamente ciertos pares de medidas para una partícula (como la posición y el momento lineal) se ha venido a llamar Principio de Incertidumbre o Principio de Indeterminación. Fue Werner Heisenberg quien postuló este principio en la primera mitad del siglo XX. El tipo quería petarlo todo con una bomba atómica de factura nazi, basándose en estudios de algún judío genial, pero eso es otra historia. Lo que llama la atención del asunto es que se ha venido a llamar Principio de Incertidumbre o de Indeterminación, como si ambas palabras fueran sinónimos.

Incertidumbre designa un estado de ignorancia basado en la imposibilidad de conocer completamente el desarrollo de un acontecimiento venidero, modificable o no.

Indeterminación designa un estado de imprecisión derivado de la ausencia de una decisión al respecto de un acontecimiento modificable.

Para la primera palabra no hay agente, es decir, la incertidumbre sobrecoge al observador, que no puede hacer nada para resolverla.

Para la segunda palabra sí hay agente, ya que su significado apunta directamente a la necesidad de una decisión entre dos o más posibilidades de desarrollo.

Sabido esto ¿Cuál es la palabra más apropiada para completar el principio? Incertidumbre nos lleva al hecho de que, a mayor simultaneidad apliquemos en nuestras mediciones, menor precisión obtendremos en sus cifras. Indeterminación nos lleva a la necesidad de elegir cuál de las medidas es aquella en la que queremos precisión en nuestra medición.

Y al final, por simple reducción lógica, o eliges, o aceptas la imprecisión. Pero esto ya es una elección en sí misma. 

Con lo cual, o eliges, o eliges.

Y, sacando factor común, eliges.

Básicamente, lo que Heisenberg estaba diciendo sin saberlo es que elegir no es una elección. Al final, acabas eligiendo, quieras o no. Y tu partícula se mueve y te mira como diciendo -Venga, listo de los cojones, mídeme si te atreves-.

Otra cosa es cómo te salga luego la medición, claro. 

Además, mira qué pulso, da pena.

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