Ando en bici a menudo. Todo el tiempo. Mis piernas, mis pulmones y mi corazón parecen haber sido diseñados para eso. Estoy acostumbrado a pedalear mientras todo pasa. La carretera se convierte en camino, y de nuevo en carretera, una y otra vez. Generalmente escucho música, buena música, de modo que es mi cuerpo el que pedalea, mientras mi Puta Cabeza se pierde en mil melodías hasta que mis piernas, mis pulmones y mi corazón le avisan de que hemos llegado al destino. Eso pasa a diario. Cambia el continente, cambia el país, cambia la ciudad, cambia la música, cambia la carretera y cambia el camino, pero es siempre igual. Pedaleo rápido, todo lo rápido que puedo. Nunca me han dolido las piernas por pedalear, nunca me he apocado y nunca paro a descansar. Siempre en el plato y el piñón más duros. A veces pincha un poco. Eso me gusta. Puta Cabeza no sabe nada de lo que pasa cuando pedaleo, porque está inmersa en su música.Tenemos los mismos gustos. Puta Cabeza elige la música que yo meto en mi móvil y luego la escucha mientras mi cuerpo pedalea. Esto ocurre todos los días. Menos hoy. Hoy ha sido una noche especial. He pedaleado más rápido que nunca, estaba lloviendo. Cuando llueve, la carretera huele a mojado, es un tufo seco pero agradable, que se eleva desde el asfalto y se te mete por la nariz. Es indescriptible. Ese olor debería tener un nombre. La lluvia caía despacio, de forma casi antinatural. El viento soplaba templado y discreto. He pedaleado tan rápido que la cadena se ha soltado varias veces. He buscado las cuestas más pronunciadas de mi ciudad para poder subirlas, bajarlas y volver a subirlas. Cada vez más rápido. Apretaba los dientes mientras subía. He llorado del esfuerzo durante un tiempo, he sudado más que nunca en mi vida. Puta Cabeza se ha despertado, algo no iba bien. Es como un perro grande y maleducado, tira de mí hacia donde quiere. Puta Cabeza ha hablado:
-Te vas a romper las rodillas. Otra vez.
-Son sólo rodillas. Carbono.
-Ya que te pones químico, te contaré que el helio es un recurso no renovable.
-¿Y a qué viene eso ahora?
-Para la bici y te lo cuento.
-No voy a parar, nunca paro.
-Hoy sí. Para tu música y escucha la mía.
Puta Cabeza sabe que es ella quien manda. Me hace creer que no es así, pero yo le hago creer que me trago ese cuento. No habla conmigo muy a menudo, generalmente está ocupada en cosas más importantes. Pero a veces me reclama, me apuñala con metáforas y me refleja en sus cuchillas las cosas que no me atrevo a mirar directamente. Luego me abandona y no sé qué hacer. He parado.
-Te estaba diciendo que el helio es un recurso agotable. Lo he leído.
-¿Y?
-Piensa en los globos.
-En algún momento dejará de haber globos de helio, supongo.
-Correcto. Te has dado cuenta ¿No?
-Puta Cabeza, ¿A dónde quieres llegar?
-¿A dónde quieres llegar tú pedaleando de esa manera? Vas a romper mi carcasa, imbécil. Yo vivo ahí dentro. ¿Sabes?
-Perdón, no quería romperla.
-Se está acabando el helio. Y tú vas por ahí soltando globos.
-No quiero hablar de globos, fuck u double, Puta cabeza. Ya sé por dónde vas. Y no quiero hablar de eso.
-Claro que lo sabes. Tienes que recuperar ese globo cuanto antes.
-No puedo.
-No quieres.
-No puedo.
-¿Por qué?
-Puta cabeza, ya sabes qué pasa cuando sueltas un globo de helio. Es irrecuperable.
-Vuela.
-¿Cómo?
-Vuela y recupéralo.
-No sé volar. No puedo volar.
-Tú mismo.
-Puta cabeza, no sabía que te gustaran los globos, pensaba que eso era sólo cosa mía.
-Chaval, eres un masoca.
-¿Por qué?
-Por reventar tus rodillas. Por desperdiciarlo todo.
-Son sólo carbono.
-Yo estaba hablando del helio, imbécil.
-Puta cabeza, ayúdame. ¿Es culpa mía? ¿Qué puedo hacer? Me flipa el helio. Y no puedo evitar que se acabe. Quisiera ahogarme en helio ahora mismo.
-Eres imbécil.
-Y masoca.
-Sube a la bici y llévame a casa, tengo que escribir algo.
-Tú mandas.
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