La tierra es finita. Me grita. Me ama. La tierra es un drama, es pasar por el aro, es un crimen. Es una amalgama de raros. Es caos. La tierra es tu casa, escasea. Se agota, se hace caldo. Por eso a veces toca tirar de cervical y mirar hacia arriba. A los tejados. Yo, de vez en cuando, cuando cruje el calor, subo. Conocí a algunos de los habitantes de los tejados. Son tipos porosos, del material del que están hechas las tejas. Los reconocerás porque echan humo, como Sara Montiel. Hablan de sus cosas, de sus casas. Subidos allí, en las claves de sus tejados, entienden la realidad desde otra perspectiva. Y no van a bajar a contártela. Desde allí, fundamentalmente, se ve el cielo. Azul. Continuidad. Se ven nubes a veces. Los habitantes de los tejados les ponen nombre y las pastorean. Y en uno de estos capítulos alcancé a intercambiar unas palabras con uno de ellos:
-Hola.
-¿Cómo has subido?
-He tirado de cervical. He volado.
-¿Y a qué has venido?
-Mi intención no era venir aquí, sino irme del lugar de donde vengo.
-¿Y ahora?
-Quiero ser uno de vosotros.
-Adelante, busca tu clave, tu teja. Agárrate fuerte y empieza.
-¿Que empiece a qué?
-A echar humo.
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Verde Musgo
A fuerza de raíz se rompe la arena prensada. Se cubren de verde los limos cocidos, solapados, atrapados y ordenados. Es el tiempo el aliado de la vida, es el tiempo el encargado de la criba. Paciencia infinita. Tragar saliba, hallar salida a la guarida, tirar escaleras p'arriba. Bailar de ira. Mira, no te queda otra, mira y siente la brisa que acuna la teja que anda suelta. Échale tierra y espera que traigan semillas las nubes que se aproximan.
Puedes ver crecer árboles en algunos canalones. Uno de los secretos para entender para qué sirve un tejado (como dijo Tarkovsky) es estar solo, para ver crecer las nubes, para eso subes, para dar valor a los gatos, a los gorriones, al musgo, que terminan por cubrir el mundo. Lo deshacen, lo absorven, lo asimilan y lo nutren, para volver a crearlo a su imagen. Como Dios en un día de resaca. No hay que pensar mucho para montar y desmontar. Las tejas de un tejado sólo son adorno y protección, apoyo y mirador, lugar desde el que nace una casa, y de ahi para abajo, tan sólo trabajo.
A veces me encuentro a otro en el tejado de al lado, algún "desarropado", que por no salir de casa se sube al alto, se sienta (del verbo sentir) oteando, sin buscar, pero encontrando, un punto de fuga lejano, simple, llano, que le deje salir volando. Todos estamos atrapados y, más tarde o más temprano, terminamos llenos de musgo, colonizados, rodeados de aspartamo, de suicidas y atentados, de los colores que pintamos: Rojo teja, verde musgo, negro quemado...
Disfruta de las vistas, hermano Zen.
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