El sexo entre obesos es pomposo, es convexo. Es una es-cena obs-cena. Es sabor a sobras, a sopas de sobre. Es untar un táper. Es un sexo de peso. Es mórbido más que morboso. Es asombroso. Son dos morsas en un foso. Son dos sacos de sebo besándose, más bien comiéndose a besos. No se besan, se rebosan, se sobran, se rebozan. Se almuerzan con zorza. Es la fiesta de la lorza. Es morcilla en los sobacos. Es la triporra de Baco; es como hartarse de queso. Es grasiento, empalagoso; es la asfixia del amor. Es hartazgo en Do Mayor. Un montón de sobrasada, la balada de un trombón. La pasión de los colosos. Es calor, es calorías. Es el postre en una orgía de tejido adiposo. Es grandioso, sólo eso.
1 comentario:
Y el sexo entre flacos es liviana arquitectura. Varas de caña, ramas de zarza entrelazadas. Casi parece que partan. Son ruidos de huesos a la carta, como la chalaparta. Vibraciones, melodía aguda de flauta travesera, como dos diapasones haciendo la tijereta. Suena a saco de cáscaras, de almendras garrapiñadas. Carcasas, corazones separados por barrotes, al ritmo de la comparsa que acompaña al cuerpo sin masa... sin tiempo ni espacio. Sobre todo sin espacio. Dos rectas que se tocan por la tangente. Instinto básico, sencillos animales. Calcio y magnesio a partes iguales.
Se relamen como al palo de un polo, se atiborran con los paluegos y encienden un pitillo con el roce de sus cuerpos. De la chispa viene el fuego. Pero eso viene luego. Primero han de conocerse, ser transparentes, acristalados, finos en sus comentarios y ligeros en sus penas. Son dos silvidos de la Gomera. Son dos hilos haciendo cuerda. Son dos flacos, a la sobra de unas obesas.
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