martes, 10 de julio de 2012

Te sobra la masa

A ti lo que te pasa es que te sobra la masa. Te pones tenso, disperso, te vuelves blues inverso. Te sobra la masa. Como a las pizzas del Día. Esto es así, porque te jode oxidarte. Te joden cosas como saber a ciencia cierta que se te acabarán cayendo los dientes. Y la gravedad, que no descansa. Y tampoco te deja descansar demasiado. Pues súbete a la puta estratosfera. O pon la tele. O hazte algo de cenar, anormal, que es la una de la mañana y tienes más hambre que el perro de Chocapic. O hazte un peta y continúa con el análisis morfológico del techo, que dejaste a medias ayer. Pero no, tú llegas y tienes que ponerte a escribir. Y a beber agua fría como un idiota. Y, claro, luego te rayas. Y te meas. Total, al final escribes siempre lo mismo. Tú no lo sabes, o no lo quieres ver, pero es siempre igual. Siempre meas lo mismo, los ingredientes cambian más o menos, pero tu cuerpo lo filtra igual. ¿Cierto? Bien, supongo que te lo estás planteando, lo cual te lleva a ti a pensar que se te va la pinza, y me lleva a mi linealmente al segundo punto. Porque en el fondo te gusta. Y es que es en el fondo donde guardas lo gordo. Pero vete a encontrarlo luego. Te asusta pensar en una realidad en la que todo fuera normal. Por el tema de lo previsible. Es como ser el pollo rayado de la granja. Por eso se te ocurren mil alternativas para casi todo. Caos. Y el caos se autodescompensa. De golpe. Pum. Redundancia. Y tú sabes que tú sabes flotar en el caos. ¿Pero nadar? Pues ya lo sabes, invéntate una alternativa en la que puedas nadar. O en la que no flotes, a ver si haces pie y pillas un punto de apoyo. Pollo. Pero claro, es que en la puta granja que mata pollos, huele a pollo que mata. Un olor omnipresente, endémico, casi corporativo. Para que te enteres de dónde estás. Imagínate, la evolución lógica de los medios de comunicación, olor a mierda a través de las ondas. Blues inverso. Y de tanto oler, te acaba doliendo la tocha. Normal. Eso pasa con la tele también. La televisión te mira a ti. De las dos partes del salón, la más interesante es aquella en la que hay personas. Esto debería ser un hecho. Y nosotros miramos al electrodoméstico. Porque tiene luz, eso se entiende. Y sonido. Pero ya. Hay una rana dando por culo en el descampado que hay frente a tu cuarto y nadie la está escuchando. Suena como si fuera un ser de Júpiter. Tus vecinos tienen la tele puesta, también puedo oírlos. Pero seguramente ellos no puedan oír a la rana, porque están mirando hacia el lado equivocado del salón. Al final va a tener que ir y metérseles en casa para que se den cuenta de que las ranas cantan y los electrodomésticos hacen ruido. En serio, la rana está jodida. A mí la campana extractora me pone de mala hostia, personalmente, por el ruido que hace. Y sé que a ti también. Puto infierno. Seguro que en las granjas de pollos hay un sonido así que taladra todo el día. Y toda la noche. Guantánamo. Dinamita pa' los pollos. Y todos los pollos rayados. Fritos. Fiambre de pollo. Bien, como sea. Yo no enciendo la campana extractora. Además, sin ella encendida, puedes cocinar mientras oyes cantar a la rana jodida, jovial y joviana del descampado de enfrente. Y esto es, mayormente, un breve resumen de por qué te sobra la masa.

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