Todos hemos visto alguna película de Arnold Schwarzenergger y, seguramente, alguna de la saga Terminator. En esas películas el actor encarnaba (o enmetalizaba) a un ser creado para la vigilancia y la guerra, y compartía pantalla con un crío mientras trataba de luchar contra los agentes del mal. Cayendo en la dinámica típica de las historias de Hollywood, al final de la película notamos una humanización en el personaje, algo que le acerca más al lado humano y lo aleja del vil metal de que está construido. Un error. Las máquinas son máquinas y las personas personas. Pero bueno, nos gusta creernos esas cosas (Frankenstein, Haley Joel Osment interpretando el papel de David, el niño de I.A, el hombre de hojalata en The wizard of Oz , y demás maravillas del Technicolor…)
Hace ya tiempo que vemos más a Arnold en los telediarios que en las grandes pantallas (una buena noticia para el cine y una mala noticia para la política). Y nos hemos acostumbrado a él. Ya no nos sorprende que esté casado con una tal María, la sobrina de J. F. K, nos da igual el tipo de enchufes que existan entre republicanos y demócratas, incluso podemos tragar con que sea uno de los adalides americanos importados de la moralidad de rueda de prensa y comunicado, y que luche contra la delincuencia y las drogas (aunque en sus tiempos de joven estrella no dudara en mostrarse sincero y cercano afirmando a un periodista que le preguntó por el consumo de drogas " he utilizado todas las sustancias existentes”. De verdad que no pasa nada, cada cual que haga lo que quiera.
El caso de Stanley T. Williams es distinto, porque este hombre se ha declarado en infinidad de ocasiones como arrepentido y rehabilitado, ha escrito nueve libros para niños en los que el principal objetivo es convencerlos de lo mala que es la violencia (en concreto la violencia callejera y el vandalismo). Ha sido nominado cuatro veces al premio Nobel de Literatura por estos nueve libros. Ha sido nominado cinco veces al Premio Nobel de la Paz. Parece que esto no importa a Arnold, pero… ¿Qué proezas que pueda llegar a realizar un hombre puede tener en cuenta alguien como Arnold para el perdón de un criminal? Estamos hablando de alguien que se atreve a juzgar quién debe vivir y quién debe morir (si Gandalf levantara la cabeza..., ya que hemos empezado hablando de cine) He comenzado a escribir esto a las 23:30 y a las 00:01 (horario de California) le inyectarán una ración letal de tiopentato de sodio, bromuro de pancuronio y cloruro de potasio mezclados con un potentísimo barbitúrico y algunos paralizantes. Ese hombre ya está muerto hace días (¿os imagináis la agonía de ver pasar el tiempo y verlo pasar imparable hasta el último minuto, y hasta el último segundo?). Stanley Tookie Williams ha logrado mantener un poco de cordura y un poco de valor para testificar al conocer la noticia "No quiero comida, ni agua, ni simpatía del lugar que me va a matar"; también ha pedido que nadie presencia su ejecución en las gradas, que nadie presencie "un espectáculo enfermo, pervertido e inhumano” .“Es asqueroso que un ser humano se siente para ver morir a otro ser humano".
Me lo estoy imaginando en la sala de ejecuciones, asintiendo con la cabeza al funcionario encargado de administrar la inyección letal a Stanley (por cierto, maldito ese trabajo) mientras se pone unas enormes gafas negras, escupe una colilla consumida casi del todo que tiene entre los labios y se marcha por el pasillo susurrando entre dientes –Sayonara, baby.
2 comentarios:
perfecto...utilizar el lenguaje para escribir estas cosillas, es mejor que cualquier arma letal!
La verdad es que repugna toda esa gente que se hace pasar por cristiana y que luego no quiere otorgar un indulto a una pena de muerte. Sepulcros blanqueados por fuera pero llenos de podredumbre y cresas por dentro.
Aún así me gustaría conocer todos los detalles de la ley aplicada en California indultar a alguien condenado a muerte, porque si es como la ley de indultos del Reino de España... poco podía hacer el presidente Schwarzenegger. Que quede claro que desconozco tanto la ley aplicada como el caso del reo.
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